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MUNDIAL

La dimensión oscura de la cruz

Por Roberto Torres Collazo
Editor del Colectivo Cambio Social, Brasil

“Me gusta Cristo, pero no me gusta los cristianos que no se parecen a él”
Mahatma Gandhi

Es frecuente observar crucifijos colgados en las paredes de un tribunal, en el municipio, en el palacio de las leyes, en el pecho, sus defensores dicen que representa la tradición cristiana del país o que es un símbolo. Nos preguntamos, ¿de qué sirve tener un crucifijo en el tribunal si se condena muchas veces injustamente a los empobrecidos? ¿cómo se permite que un rico tenga una maquinaria de eminentes abogados mientras que el pobre tiene que conformarse solamente con un abogado sin experiencia o mediocre? ¿Es eso lo que quiere el crucificado?

¿De qué vale tener un crucifijo en el palacio de las leyes si se aprueban leyes en contra de la clase trabajadora? ¿cómo es que en el municipio se tiene una cruz mientras hay alcaldes que son corruptos? Hay hospitales que tienen en sus paredes cruces, pero las aseguradoras médicas con el aval de sus juntas directores cobran injustos costos a los pacientes. Como si fuera poco, hay ciudades donde se prohíbe alimentar a los que viven en las calles. Y no falta el líder cristiano que tiene una cruz de oro en el pecho y simultáneamente es indiferente a los sufrimientos y dolores de los demás.

Pueden llenarse todas las ciudades de crucifijos y llevar una gran cruz en el pecho, pero sino se practica la solidaridad, la compasión, la justicia… estamos frente a una vil contradicción. Una incoherencia, que en teoría cree en el crucificado, sin embargo, en la práctica no cree en el crucificado, es decir, no hace lo que quiere Jesús. Recordemos lo que dice Mateo 7, 21, “No todo el que dice ¡Señor! ¡Señor! entra el Reino de Dios”. Creer en el crucificado, tiene que llevar al cristiano a parecerse al profeta Jesús. Es compromiso, es acción, es seguir al Maestro en sus gestos, hechos y palabras. El creyente vive como Jesús, o sea, para los demás.

No queremos decir que hay que eliminar todos los símbolos religiosos, lo que queremos decir es que no se puede creer en algo y hacer lo contrario. La y el cristiano como seguidor del crucificado, es también seguidor del resucitado. La resurrección es el fundamento de la esperanza que proclama que mundo puede cambiar porque la muerte, los dolores y sufrimientos no tienen la última palabra en la historia, sino el reinado de Dios, Apocalipsis 21, 3-4. Somos signos de esperanza cuando defendemos los crucificados como los migrantes indocumentados, nos podemos de lado de los empobrecidos, cuando condenamos el racismo, el patriarcado, el fundamentalismo religioso y económico. Gandhi nos critica por no parecernos a Cristo y tiene razón, porque cristiano viene de Cristo, por esto tenemos parecernos a él, como enseña Mateo 25, 31-46, “Todo lo hiciste a los demás a mí me lo hiciste”.

Referencias

Castillo, M. J. (2005). El Seguimiento de Jesús. Editorial Sígueme: España.

Mesters, C. (2005). Las Parábolas de Jesús. Editorial Verbo Divino: España.