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MUNDIAL

El fascismo del siglo XXI ESPECIAL PARA CAMBIO SOCIAL Parte I

Por Allen Pérez
ESPECIAL PARA CAMBIO SOCIAL
Cambridge, Massachusetts, EE.UU

El neofascismo juega hoy a tres elementos: a la polarización social, a la guerra cultural y al autoritarismo antisistema. Es un enemigo confeso de los derechos humanos y la democracia, un entusiasta genocida de la cultura democrática. Por ello, hay que hacer la diferencia contextual entre los fascistas que siguen invocando a Hitler y los fascistas de nuevo cuño.

El neofascismo no comulga más con el imaginario de una nación soberana y superior, que procura el mejoramiento material de las masas. El mercado es el altar superior y es lo que cuenta.

El socialismo nazi de otrora ya no encaja en las actuales condiciones globales, pues las pautas instituidas por el capital financiero los ha obligado a redefinirse. De izquierda a derecha todo se ha transformado. Las etiquetas políticas lucen inservibles como para siquiera hacer ciencia social.

El neofascismo, aboga por imponer -sea por la vía parlamentaria o autoritaria- un régimen caníbal de mercado. Los neofascistas se identifican por su adherencia al neoliberalismo, al darwinismo social y al cinismo; a la extrema violencia (cuando lo requieran) y al descarte del Estado sino como mínima expresión garante del «libre» mercado y de sus funciones de gendarmería. La acción parlamentaria y/o la toma violenta del poder político son meros medios – no de principio- en relación con el fin que persiguen. El neofascismo tiene variantes. Israel es una de ellas. Se trata de un neofascismo tardío: un proyecto colonial de limpieza étnica que ahora mismo ejecuta un genocidio: su solución final.