MUNDIALLa tragedia brasileña
Por Roberto Torres Collazo
Editor del colectivo Cambio Social
13 de marzo de 2021
En los últimos días Brasil no baja de 2000 muertes diarias por el COVID-19. En el gigante suramericano sus hospitales están colapsando, no hay tanques de oxígeno, faltan incluso camas para atender otros pacientes con otras clases de enfermedades, los profesionales de la salud no dan abasto. Los contagios desde comienzos de la pandemia ascienden a 11,368,316 y 275,276 fallecidos hasta ahora. Las muertes, los contagios y los servicios sanitarios se ha tornado desesperante entre la población. Encima de todo, surgen nuevas variantes del coronavirus. La situación es tan grave, que los paises de la región han comenzado a preocuparse. De 109 millones que requieren la vacuna, solamente 9 millones han sido vacunados hasta el momento.
El Dr. Miguel Nicolis, científico y especialista en virología, ha declarado que Brasil se está convirtiendo en el mayor reservatorio del virus en el mundo. Según el Instituto Humanitas Unisinos de Brasil, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), agencia de salud vinculada a las Naciones Unidas, ha expresado que el número de muertes e infecciones por el COVID-19 es preocupante y sirve de alerta para el mundo la posibilidad del resurgimiento del coronavirus. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado a Brasil de ser un riesgo para el mundo y toda la región.
El presidente Jair Bolsonaro y sus seguidores por su parte siguen saliendo en público sin cubrebocas y peor, el mandatario minimiza el valor de las vidas de las víctimas y sus familias, diciendo que la crisis es un “mimimi” es decir, no es una gran cosa. La semana pasada afirmó en un tono irónico que es preciso parar la “frescura” y dejar de “llorar”. Como si fuera poco, ha lanzado informalmente mediante sus discursos una campaña para que todo el mundo lleve armas presuntamente para que se “defienda”. Reflejando así un desprecio total por la vida de su propio pueblo. La preocupación principal de Bolsonaro es la economía, no la vida humana. Ha criticado a los alcaldes y alcaldesas que han cerrado y confinado a sus municipios.
Si las instituciones gobernamentales brasileñas y su presidente no responden efectivamente a esta severa y gravísima crisis, el pueblo y sus organizaciones populares deben levantarse para frenar el genocidio contra el pueblo brasileño. Para superar esta tragedia, todos y todas debemos unirnos por encima de ideologías, partidos políticos o creencias religiosas para detener la necropolítica (necro, del griego, muerte) de Bolsonaro.
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