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MUNDIAL

Las actitudes de Cristo hacia los migrantes

Por Roberto Torres Collazo
Editor del colectivo Cambio Social
28 de octubre de 2018

Millones en el mundo emigran cada año por diversos motivos, como es la tragedia humana de aproximadamente 7 mil centroamericanos especialmente de Honduras, El Salvador y Guatemala que están emigrando en estos momentos hacia EE.UU huyendo de la violencia y el hambre.

En su ruta desde honduras, pasando por Guatemala y México la prensa internacional muestra familias enteras durmiendo a la intemperie, caminado cientos de kilómetros, cargando con recien nacidos, cansados, personas delicadas de salud, ancianos y mujeres, padeciendo bajo lluvia y sol, con dolores de espalda, sudados, hambrientos, cargados de sueños y esperanzas.

Nos preguntamos, ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a los migrantes? ¿Qué nos enseñó Jesús de Nazaret sobre el trato a los migrantes pobres?. Veamos algunos ejemplos del trato del Maestro Jesús que tal vez nos pueden iluminar en cual debe ser nuestra actitud.

Primero que tenemos que decir que Jesús se identificó toda su vida con los pobres, nació, vivió y murió pobre. Su vida fue un constante aliviar los sufrimientos de la gente. Su compasión no se limitó a su pueblo, sino que fue mas allá de las nacionalidades, como cuando curó el sirviente de un extranjero.

Un día llegó un capitán romano que le rogó humildemente que curase a su criado. El le dijo: “Yo iré a sanarlo”, el capitán romano dijo: “No soy digno de que entres bajo mi a casa; basta tu palabra y mi sirviente sanará. Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían: “¡Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe!”, Mateo 8,11-13. Jesús cura su criado y se admira de la fe de un extranjero, que no pertenecía a su grupo, a su pueblo y su religión y hasta halaga su fe.

Una mujer serofenicia le pide que le cure su hija y Jesús le dice a sus discípulos: “He sido enviado sólo a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel”. La mujer lo escucha y declara: “Es verdad, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”, a lo que Jesús reacciona asombrado diciendo: “¡Mujer que grande es tu fe!” y en aquel momento se curó su hija. Recordemos que en aquella época se llamaba a los no judíos “perros”, Mateo 15, 21-28. Esta migrante en su humildad y sencillez le da una gran lección a Jesús. No debe sorprendernos que una mujer le de una lección a Jesús, porque él tuvo que aprender como nos dice Lucas 2,52: “Jesús iba creciendo en saber, en edad y en gracia antes Dios y las personas”.

Cuando Jesús iba con la cruz camino a ser crucificado un extranjero le ayudó a cargar la cruz: “Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón y le forzaron a a llevar la cruz de Jesús” Marcos 15,20-21.

En la cruz Jesús se identifica con todos los crucificados de la historia, es decir los oprimidos, marginados, perseguidos, torturados, con los migrantes, en definitiva con los pobres. Si Jesús estuviera físicamente hoy entre nosotros dudamos mucho que criminalizara, atacara o tuviera reservas hacia los migrantes. De hecho se identificó con los migrantes: “Fui forastero y me acogiste” preguntan: “¿Cuándo te vimos forastero?” y Jesús responde: “En verdad les digo que, cuando le hicieron con algunos de los pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” , “pequeños”, nepoi = pobres, Mateo 25, 31-46. Y también en Lucas 6,36 dice Jesús: “Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes”.

Las actitudes de Jesús hacia los migrantes son una invitación para nosotros a reproducir en la actualidad sus valores e ideas. A estar abiertos a los que son “diferente” a nosotros, a considerar que podemos aprender de los migrantes, que nos pueden ayudar a superar los estrechos nacionalismos, a derribar fronteras, combatir la discriminación y el racismo.