MUNDIALEsperanza en tiempos de incertidumbre
Por Roberto Torres Collazo
Editor del Colectivo Cambio Social
16 de diciembre de 2021
Señor, ¿hasta cuándo durará esta larga noche oscura?, ha aumentado la incertidumbre, la depresión, el cansancio existencial, el miedo... ¿qué haremos?. Nadie sabe con seguridad qué va a pasar los próximos años y después de la pandemia. En medio de todo, tenemos la dimensión de la esperanza. La esperanza es sumamente importante, porque como tanto insistió Paulo Freire la esperanza es una dimensión fundamental de la vida humana. Una dimensión inacabada, una tarea permanente. Una dimensión utópica que sirve para caminar, sobrevivir y resistir.
La historia universal demuestra que ella nace donde menos se espera. Como bien indica el papa Francisco: “Dios llenó en el universo las potencialidades que permiten en el propio ser de la cosas pueda brotar siempre algo nuevo” LS, 80. Añade que no debemos olvidar nunca: “los seres humanos, capaces de tocar fondo, pueden también superar, volver a escoger o bien regenerarse y superar cualquier condicionamiento psicológico y social que se le haya impuesto. Nada es definitivo en este mundo” LS 205.
La esperanza que transforma el mundo es activa y creativa. Busca nuevas formas de producción económica, nuevos espacios sociales y solidaridad, nuevas relaciones de género y articulación de fuerzas populares. Sin la práctica de la esperanza la vida se vuelve imposible, aburrida, fatalista, conformista, sembramos sin darnos cuenta pesimismo, tristeza, malestar. La desesperanza puede inmovilizarnos, no ve salida a nada, puede conducirnos a refugiarnos en conductas antisociales, incluso puede llevarnos literalmente a la muerte, como es el suicidio.
La esperanza individualista piensa solamente en sus necesidades individuales, no en la comunión, una palabra compuesta, común-unión con la humanidad. La esperanza es solidaria con las necesidades y aspiraciones de los que viven en las calles, con los indefensos, con los que nadie quiere, con los excluidos. Como anotó acertadamente el místico Thomas Merton: “El ser humano no es una isla”, es decir, el ser humano es una red de relaciones.
Podemos con la luz y la fuerza del Espíritu de Dios fecundar la historia para que germine una nueva humanidad. Ignacio Ellacuria, teólogo y mártir, escribió que el ideal utópico esperanzador se da en una fecunda tensión entre realismo y utopía. Impide el fatalismo, el conformismo, la resignación ante las injusticias. El ideal utópica modera conforme a las posibilidades históricas. Esto exige lucidez, discernimiento y sabiduría.
En tiempos de tantas crisis nacionales e internacionales como la que experimentamos es imperativo nutrir, contagiar y aplicar el principio esperanza, ese impulso interior que nos lleva a movernos, a proyectar sueños y proyectos viables personales y colectivos. Son los que nos permiten sacar sabias lecciones de las crisis. La esperanza militante enfrenta con valentía y coraje las crisis. Los versos del ilustre puertorriqueño José de Diego nos animan: “¡Ay, desgraciado, si el dolor te abate // si el cansancio tus miembros entumece! // Haz como el árbol seco: reverdece // y como germen enterrado: late·…. ¡Lavántate! ¡revuélvete! ¡resiste! // Haz como el toro acorralado: ¡muge! // O como el toro que no muge ¡¡embiste!!”.
PD: Al lector o lectora, que el nacimiento del niño Dios te renuevan en la fe, la esperanza y el amor. ¡Feliz Navidad!.
Referencias
Espeja, J. (Noviembre, 2021). Cuando la esperanza flaquea. Portal: Religión Digital. España.
Freire, P. (1992). Pedagogía de la esperanza. Editorial Siglo XXI: Argentina.
Junior de Aquino, F. (Setembro, 2021). Esperanca contra toda desesperanca. Portal: Instituto Humanitas-Adital. Brasil.
Papa Francisco (2015). Laudato Si: sobre el cuidado de la casa común. Ediciones San Pablo: Colombia.
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