MUNDIALPuerto Rico: Lecciones de mi padrePor Roberto Torres Collazo
Editor del colectivo Cambio Social, EE.UU
15 de Junio de 2018
Hay una linda canción compuesta por Piero de Benedicts que la canta magistralmente el puertorriqueño Danny Rivera, llamada: “Mi Querido Viejo”. Una canción que no cansa escucharla cuando invoca el recuerdo de un gran padre como fué mi padre Felipe Torres Díaz.
Mi padre Felipe falleció en el 1997 a la edad de 80 años. Su vida fué dura, vino de una familia pobre y no obtuvo educación universitaria, pero obtuvo una maravillosa educación de la vida. Mi padre me enseñó muchas cosas.
Una de las actividades que me enseñó fue el amor por la lectura. Le gustaba la lectura. Siempre lo veía leyendo los periódicos, revistas e informandose. Su ejemplo de lector, no sus palabras, me motivó a tener amor por la lectura. Siempre se preocupó por mi educación. Cosa que viviré siempre enormente agradecido de papi.
Tenía una sencillez y humildad extraordinaria. Saludaba a todo el mundo, no importa si fuera rico o pobre, mujer u hombre, negro o blanco, jóven o anciano, a nadie miraba por ensima del hombro en señal de superioridad. Y cuando saludaba, saludaba con efusión y a todos abrazaba con sinceridad. Se dejaba querer y todos se le acercaban con confianza. Vestía y hablaba de manera sencilla. En un mundo donde las reinas son las apariencias, el orgullo y la vanidad, papi era un subversivo porque practicaba lo contrario a la mayoría: la sencillez y la humildad.
La canción “Mi Querido Viejo” de Piero en uno de sus versos daclara: “Somos tan distintos pero yo soy tu sangre mi viejo” en alusión a la edad que los separa y el parentesco biológico que los une. En nuestro caso no era solamente la edad cronológica la que nos separaba, sino también el parentesco, porque él y mi madre Luz María Collazo me adoptaron siendo recien nacido. No era mi padre de “sangre” como dicen, aún así, nos queríamos muchísimo. Cuando llegué a mis 20 años me separé ideologicamente, el creía en la unión permanente con EE.UU y yo en la separación, pero esto nunca nos separó el cariño y respeto mutuo.
Respeto que se reflejaba, entre otras cosas, por nuestros constantes debates. A los dos nos gustaban los debates porque aprendiamos mutuamente. Nuestros debates eran larguísimos. Nunca nos ofendiamos, no nos haciamos ataques personales, ni usabamos palabras groseras. Debatir era nuestro “deporte” favorito. Todos sabemos que en los debates políticos, religiosos, deportivos, etc, etc predominan frecuentemente el fanatismo, el fundamentalismo, el odio, la violencia psicológica, la descalificación del otro, las ofensas, la deshumización del adversario. Papi me enseñó a respetar la dignidad humana y ser tolerante por ensima de todo.
Papi no me dejó riquezas, lujos, pero me dejó todo un legado de respeto, humildad, amor por la lectura, tolerancia, sencillez y sinceridad. Gracias papi por tantas lecciones, entre tantas otras, que me enseñaste para ser mejor ser humano.
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